¿Qué es la autoestima?
Utilizamos el término «autoestima» de forma cotidiana, las librerías están llenas de volúmenes dedicados a hablar de ella, y muchas veces acudís a consulta con la petición de mejorar vuestra autoestima pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de autoestima?
A pesar de tanta investigación y publicación al respecto, no hay una definición universal de la «autoestima». Para que nos entendamos, hoy escogeremos una ajustada al enfoque desde el cual yo trabajo. Según Froxan et al. (2020), la autoestima es esa etiqueta que utilizamos para referirnos al conjunto de verbalizaciones con las que nos describimos a nosotros mismos. Estas descripciones pueden tender a ser más o menos favorables, es por ello por lo que se suele hablar de «baja» o «alta» autoestima.
¿Cómo mejoro mi autoestima?
Pero entonces, si la autoestima es aquello que pienso o digo de mí mismo,… ¿Cómo puedo mejorarla? ¿se trata tan solo de pensar o decirme cosas positivas sobre mis cualidades?
La respuesta es no; no es tan simple como eso, aunque sí tiene que ver con ello.
La autoestima se aprende
Las valoraciones que hacemos de nosotros mismos las extraemos de las situaciones que experimentamos, es por ello que la autoestima se aprende.
Generalmente, cuando sentimos el deseo de «mejorar» nuestra autoestima, es porque esas verbalizaciones sobre nosotros mismos suelen ser desagradables, negativas, catastróficas,… y si esto sucede de forma frecuente y general, nos provoca malestar y probablemente conductas de afrontamiento que no nos ayudan a sentirnos satisfechos.
Autoestima ajustada
Así pues, cuando hablamos de «mejorar la autoestima», realmente hablamos de generar una autoestima ajustada.
Es decir, de que las situaciones que experimentamos podamos afrontarlas con conductas que nos reporten resultados satisfactorios sobre nuestro desempeño, y poder evaluar esto de forma ajustada y realista.
Esto nos ayuda a que lo que pensamos y lo que decimos de nosotros mismos esté ajustado a la realidad: seguramente contendrá verbalizaciones sobre cualidades, sobre aspectos a mejorar y sobre una voluntad de cambio basada en la aceptación de la situación actual.
El ejemplo de Laura
Laura comenzó la universidad y sostenía el pensamiento de que si preguntaba alguna duda en clase los demás pensarían que es tonta.
Debido a ello, cada vez que Laura quería preguntar algo – las pocas veces que se atrevía – lo hacía a través de una comunicación muy discreta e inhibida: casi no levantaba el brazo, no preguntaba lo que realmente le interesaba y lo hacía con un tono de voz muy bajo –> Esto hacía que en ocasiones no tuviesen en cuenta su duda, no comprendiesen exactamente cuál era su duda o no se la resolviesen satisfactoriamente –> Esto generaba en Laura verbalizaciones desajustadas como «realmente soy tonta, no me entero de nada», «no sé hacer preguntas», «piensan que soy estúpida».
En terapia, Laura aprendió habilidades de comunicación y estrategias para vencer su miedo –> Al ponerlas en práctica en clase, sus profesores tenían en cuenta sus dudas, las entendían mucho mejor y las resolvían satisfactoriamente –> Esto generó en Laura verbalizaciones ajustadas como «me tienen en cuenta, mis dudas son normales», «estoy aprendiendo, me entero de las cosas», «tengo derecho a preguntar, es algo normal»