¿De qué depende mi autoestima?
Como ya vimos, conceptualizamos la autoestima como esos pensamientos o verbalizaciones que hacemos describiéndonos a nosotros mismos. Pero, ¿quiere decir esto que nuestra autoestima depende solo de nosotros?
Contexto y autoestima
No somos indiferentes a nuestro contexto; en él nos movemos, vivimos y con él interactuamos. Los lugares y las personas que nos rodean forman parte de esas experiencias a través de las cuales obtenemos aprendizajes y forjamos creencias sobre «lo que somos»:
¿Qué te dijo tu padre cuando le mostraste aquello de lo que estabas orgulloso?
¿Qué dijo tu jefe de ese proyecto al que tanto tiempo habías dedicado y que creías que estaba bien hecho?
¿Cómo reaccionó tu amigo cuando le pediste ayuda?
¿Qué decía ese anuncio sobre qué tipo de cuerpo era el más «sano»?
Familia, trabajo, amistades, medios de comunicación,… Observar cómo se relacionan con nosotros y nosotros con ellos nos ayuda a entender que no todo es responsabilidad nuestra.
Aun así, aunque la realidad pueda ser más compleja de lo que aparenta, eso no significa que no podamos hacer nada al respecto. No podemos controlar la conducta de los demás ni otras muchas variables, como por ejemplo la situación económica familiar, pero sí somos dueños de nuestras conductas. Esto nos da margen de acción, aunque no siempre sea todo el que quisiéramos.
¿Qué voy a elegir pensar sobre esto? ¿De qué siento que necesito alejarme para protegerme? ¿A quién quiero dedicarle mi tiempo?
El ejemplo de Raúl
Raúl era «un estudiante de 6», en casa solía cumplir con las tareas que le mandaban, tenía algunos buenos amigos y le encantaba tocar el bajo.
Un día, Raúl decidió formar una pequeña banda con unos amigos. Querían poder quedar a tocar juntos y quizá en algún momento compartir eso con la gente en algún local de su ciudad.
Durante este proceso, Raúl compartía sus decisiones al respecto con su padre mientras continuaba sacando un 6 de media en los exámenes del instituto. Cuando hablaba con su padre sobre sus logros con el bajo, este siempre le respondía «si tocases menos el bajo con tus amigos sacarías mejores notas, que es lo que tienes que hacer».
Estos comentarios de su padre llegaron a ser tan frecuentes que Raúl comenzó a sentir mucha ansiedad con respecto a los estudios. Se forjaron en él creencias como «No soy suficiente», «No soy bueno en las cosas que realmente importan» –> Dejó de tocar con su grupo, dejó de tocar el bajo e intentó dedicar todo su tiempo a estudiar –> El estado de ánimo de Raúl decayó. Esto no le ayudaba a concentrarse. Ahora, además de no sentirse hábil tocando el bajo, seguía sin sacar mejores notas y tampoco se sentía hábil en los estudios. Su padre continuaba diciéndole que sus notas eran insuficientes, y así acabó sintiéndose Raúl, permanentemente insuficiente.
Tras un curso entero así, Raúl decidió probar a dedicarle tiempo a tocar el bajo de nuevo, dejó de compartir con su padre sus logros musicales y priorizó a otras personas con quienes compartirlos. Comenzó a conversar con su padre, sobre todo, acerca de temas en los que sí eran afines –> El estado de ánimo de Raúl mejoró, y sus notas ligeramente también –> Intentó reforzar pensamientos como «Cada uno tiene sus prioridades», «Soy bueno tocando el bajo porque me interesa mucho más que las matemáticas y eso no está mal», «Que saque un 6 no quiere decir que sea una persona mediocre» –> El padre de Raúl continuó ejerciendo algo de presión sobre él académicamente, pero Raúl ahora tenía una mayor seguridad en sí mismo