Tu cerebro es un carca
Expertos en detectar amenazas
La homeostasis es la tendencia que tienen los seres vivos a mantenerse dentro de unos parámetros óptimos para su supervivencia, mediante una serie de fenómenos de autorregulación.
Por ejemplo, en invierno, los capilares de nuestros vasos sanguíneos se contraen para evitar la pérdida del calor corporal.
¿Qué es, por lo tanto, una amenaza para nosotros?
Una presente o prevista ruptura de la homeostasis, un cambio.
Generalmente, nuestro sistema experimenta esto como algo desagradable, por lo que responderá intentando prevenirlo y evitarlo o huir ante cualquier tipo de amenaza.
Respuesta ante una amenaza
A nivel fisiológico
Solemos experimentar la sensación de ser superhéroes durante unos minutos:
Los colores se ven más brillantes y se es más sensible a los sonidos, ya que la percepción es mucho más fina; aumenta la sudoración y esto permite activar nuestro sistema de refrigeración; nuestra capacidad de trabajo muscular se ve aumentada, agudizamos nuestra atención, ya que queda capturada por el objeto o situación que despierta nuestra ansiedad… Aunque también podemos experimentar sensaciones desagradables como aumento de la frecuencia cardíaca, sensación de falta de aire,…
A nivel cognitivo
Nos creemos videntes:
Hay un intento de analizar a enorme velocidad cada uno de los estímulos que componen nuestra realidad, avisándonos de cada matiz, de cada gesto,… Y generando una variedad de escenarios posibles que nos permitan tomar la decisión más adecuada para prevenir la supuesta amenaza.
AGOTADOR.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con que tu cerebro sea un carca?
Amenaza y creencias
Ya hemos visto que nos gusta la estabilidad, la homeostasis, la certidumbre,…
El cerebro, por lo tanto, es conservador e intenta mantener las certezas de las que dispone, procura establecerse dentro de los márgenes de lo previsible, intenta anticiparse para
poder estar preparado frente a una futura amenaza que provocará un cambio.
Aunque quizá puedes estar pensando: «Pero Claudia, a mi me encantan las actividades de riesgo y estoy siempre buscando ese tipo de experiencias, eso no cuadra con lo que has dicho…»
Claro que este conservadurismo convive con una apetencia hacia lo nuevo, hacia el aprendizaje o la exploración, pero, por lo general esto se incentiva siempre que nos encontremos dentro de un entorno en el que no están previstas amenazas inesperadas. Es decir, si elegimos la amenaza bueno, estamos ok, pero si es la amenaza la que nos elige a nosotros quizá ya no estamos tan ok…
La amenaza y el conservadurismo
El cerebro nunca se desarrolló para la «búsqueda de la felicidad», sino para sobrevivir, para conservar.
Esta tendencia a ser un carca que tiene nuestro cerebro está más estudiada que estudiada, y es una información muy valiosa para aquellos que se dedican a intentar convencernos de cosas.
Por ejemplo, a mayor percepción de conflicto, de amenaza, mayor posibilidad de optar por decisiones de corte político más conservador, debido a la necesidad del cerebro de reducir la incertidumbre cuando se halla en una disyuntiva.
Además, en una sociedad sobreestimulada, donde son demasiados los mensajes, tenemos menos tiempo de confirmar o contrastar.
Para analizar rápido y sobrevivir, necesitamos filtrar lo antes posible y, desgraciadamente, nuestro filtro automático consiste en escuchar a quien grita la amenaza más grande y la grita más alto.
Aumento del conservadurismo
Podríamos decir, por lo tanto, que nuestra tendencia natural, es el conservadurismo.
De modo que, si a esto le sumamos periodos de crisis (sanitaria, económica,…) donde el griterío de la amenaza es muy fuerte y constante, aún es mayor el peso de nuestro sistema de supervivencia que, por tanto, nos grita a nosotros: «No es momento de pensar en los demás y de analizar todas las aristas, es momento del blanco-negro, de la acción-reacción, del ABC».
Es en estos momentos cuando más sensibles somos a los sesgos, a los reduccionismos y a los bulos, ya que nos resulta complicado, debido al contexto, utilizar nuestro sistema de decisión lento y ponderado.
Y luego, además, una vez formada una opinión, no la movemos ni a tiros: da igual la evidencia que nos pongan delante. Si nos creemos un bulo, nos lo creemos pase lo
que pase y, cuanto más afecta a nuestra emoción y a la imagen que tenemos de nosotros mismos, más nos lo creemos. Es más fácil tirar millas que rendirse a experimentar la supuesta vergüenza de haberse creído un bulo.
Ni esto siempre ni lo otro nunca
Con «carca», por lo tanto, nos referimos a ser reduccionista, a caer fácilmente en un blanco-negro, a tener muy en desuso nuestro sistema de decisión ponderado y contrastado. Porque este ultimo, como hemos visto, no siempre podremos usarlo, pero ahí está para cuando queramos.
En resumen, es difícil intentar no ser un carca, pero ser consciente de estas tendencias nos puede ayudar a situarnos un poco más donde querríamos estar y un poco menos donde alguien quisiera que estuviésemos.