Un halago puede ser un castigo

¿Por qué nos comportamos de una manera u otra?

En Psicología, desde el análisis de la conducta, se pueden conocer las variables de las que la conducta depende para modificarlas de manera eficaz y conseguir que las personas (animales, organizaciones…) puedan alcanzar los objetivos deseados.

Simplificando, somos esto:

Os presento la contingencia de 3 términos:
E – R – C

Según esto, nuestras respuestas (R) dependen de los estímulos antecedentes (E) y los consecuentes (C) (que no consecuencias).

Ejemplo:
Paseando por el campo me fumo un cigarro, se termina (Estímulos) y lo apago en el suelo (Respuesta).

Caso A
Tras andar unos metros, comienzo a oler a quemado, me giro y me doy cuenta de que he iniciado un incendio. Siento miedo de que la situación empeore y me encarcelen (consecuencia con Consecuente). Llamo a los bomberos y nunca volví a apagar un cigarro en el suelo.

Caso B
Paso un gran día. Horas después crea un incendio. Yo no vuelvo a ir a ese lugar ni miro las noticias, así que ni me entero (consecuencia sin Consecuente). Volví a tirar en otras ocasiones el cigarro al suelo.

«Tipos» de consecuentes

Una respuesta, puede ser reforzada o castigada (Consecuentes).

Reforzamiento

Si después de una respuesta, el consecuente que se presenta inmediatamente al emitirla aumenta la probabilidad de aparición de esa respuesta en un futuro, es un reforzador.

Es decir, un reforzador no se define por ser algo que «nos gusta», sino por ser algo que hace que volvamos a repetir una respuesta.

Ejemplo función de reforzador:
Cada vez que siento miedo de que mi pareja me deje (E), le pregunto si me quiere (R). Cuando me responde que sí, aunque sea momentáneamente, mi miedo se alivia (C). Seguramente, volveré a preguntarle cuando vuelva a sentir miedo.

Castigo

Si después de una respuesta, el consecuente que se presenta inmediatamente al emitirla es algo que disminuye la probabilidad de que esa respuesta aparezca en un futuro, es un castigo. Si no cumple esta función, entonces no es un castigo; si tu hijo no para de dar golpes en la mesa cuando le chillas, chillarle no está siendo un castigo para la respuesta de chillar.

Ejemplo función de castigo:
Cada vez que siento miedo de que mi pareja me deje (E), le pregunto si me quiere (R). Su respuesta es que sí pero que no me puede jurar amor eterno y esto me da aún más miedo (C). Seguramente, evitaré volver a preguntarle de la misma manera.

No hay castigos ni reforzadores universales

Dependiendo de nuestra historia de aprendizaje, cultura, contexto,… podemos tender a pensar que habrá algunos consecuentes que sean un reforzador para todo el mundo, «¡¿a quién no le va a gustar un Imperio romano del siglo I?!»

O, por el contrario, un castigo, porque ¿quién iba a volver a buscar que le chillen improperios a la cara…? Bueno pues, es que igual sí… (¡¿que me dices?!)

Un «reforzador» que resulta un castigo

El caso de Maria

María se encuentra actualmente muy preocupada por su apariencia física. Le disgusta su cuerpo y teme que los demás se fijen en ella.
María sale con sus amigos y decide por fin ponerse falda a pesar de su incomodidad. En algún momento alguien decide hacerle un halago, «tia, me encantan tus piernas», y preguntarle que qué hace, que si va al gimnasio.

Esto, que podría parecer algo que cualquiera recibiría con agrado y reforzar el volver a ponerse falda, María lo recibe con ansiedad y vergüenza, porque le conecta con el miedo a que realmente los demás se fijan en ella, que la observan y opinan.

María deja la falda al fondeo del armario.

Un «castigo» que resulta un reforzador

El caso de Pedro

Pedro tiene una relación de pareja con Luis. Ahora mismo, Luis está estudiando una oposición, se pasa el día encerrado en el cuarto, está de mal humor, no accede ni a tomarse un respiro el fin de semana para salir a cenar con Pedro, y siempre que conversan casi todo gira en torno a cómo está Luis.
Pedro se siente triste y solo en la relación, siente mucha distancia con respecto a Luis.

Un día, Pedro decide comentarle esto a Luis y discuten, Luis le chilla. Al terminar la discusión, no llegan a ningún acuerdo, se retiran enfadados, pero es la primera vez en dos meses que Luis ha prestado atención a lo que Pedro siente, aunque haya sido de esa manera.

Tras ello, de nuevo la distancia y la tristeza.

Durante las semanas siguientes, Pedro ha vuelto a buscar la atención de Luis de esa manera en diversas ocasiones.


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *